El que tienes delante no es tu rival. No es tu enemigo. No tienes que demostrarle que eres superior. No tienes que alardear de haberle ganado. No tienes que hacerle daño. No tienes que humillarle.
Es tu compañero, tu amigo. Él te ayuda a ti a practicar las técnicas. Y tú le ayudas a él. Los dos os respetáis. Él tiene un cinto inferior, tú le dejas marcar el ritmo, la intensidad. Le ayudas y le enseñas. Y le respetas.
Él tiene un cinto superior, te dejas aconsejar. Aprovechas para aprender. Y también le respetas.
Todos los combates empiezan y terminan con un saludo. Porque os respetáis.
Y así los dos practicáis, aprendéis y disfrutáis nuestro bello arte marcial.
Decía un sabio que, en Karate, el Kumite, no es el enfrentamiento de dos cuerpos; debe ser el enfrentamiento de dos mentes, de dos almas gemelas que buscan el mismo fin: conseguir evolucionar física y mentalmente mientras disfrutas practicando.
Dad ejemplo y recibiréis por parte de vuestros compañeros una conducta ejemplar.
Y hazlo como si eso fuera innato en ti. Como si no pudieras vivir de otra manera. “Haz que tu oponente vea como extraordinario, lo que es ordinario en ti” (Sun Tzu).
El Karateca- Filósofo
