Un monje andariego se encontró en uno de sus viajes una piedra preciosa, y la guardó en su talega. Un día se encontró con un viajero y, al abrir su talega para compartir con él sus provisiones, el viajero vio la joya y se la pidió. El monje se encogió de hombros y se la dio sin más. El viajero le dio las gracias y marchó lleno de gozo con aquel regalo inesperado de la piedra preciosa que bastaría para darle riqueza y seguridad todo el resto de sus días.
Sin embargo, pocos días después volvió en busca del monje mendicante, lo encontró, le devolvió la joya y le suplicó:
-Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor que esta joya; dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí.
Moraleja: muchas veces buscamos la felicidad en nuestras posesiones más queridas: dinero, honores, alabanzas…pero más valioso que todo eso son las virtudes que nos permiten vivir felizmente sin la necesidad de poseer riquezas u honores. Vive de forma que aún prescindiendo de tu bien más preciado seas feliz y vivas plenamente.
El karateca-filósofo.