Un conocido maestro espiritual llegó hasta la puerta del palacio de un rey. Como era sabio y muy venerado, ninguno de los guardias intentó detenerlo mientras entraba y caminaba hacia donde el mismo rey estaba sentado en su trono.
– “¿Qué quiere?”, preguntó el rey, reconociendo inmediatamente al visitante.
– “Quisiera un lugar para dormir en esta posada”, contestó el maestro.
– “Pero…¡esta no es una posada!”, dijo el rey, -“es MI palacio”.
– “¿Puedo preguntar quién era el dueño de este palacio antes de usted?”
– “Mi padre, el rey. Él está muerto”.
– “¿Y quién era el dueño antes de él?”.
– “Mi abuelo. Él también está muerto”.
– “Y si este es un lugar en donde la gente vive por un corto tiempo y después se va… ¿acaso le oí decir que no es una posada?
Moraleja: la vida es fugaz, efímera. Si pudiésemos tener consciencia de lo efímera de nuestra vida, tal vez pensaríamos dos veces antes de ignorar las oportunidades que tenemos de ser y de hacer a los otros felices, de disfrutar de las pequeñas cosas de los grandes momentos y de nuestros seres queridos, de no aferrarnos a lo material, porque algún día no será nuestro. Pero el tiempo pasa, y pasamos por la vida sin vivirla, hasta que nos damos cuenta y miramos atrás. Mira hacia delante, estás a tiempo de dar un abrazo, de hacer reír a un niño, de alegrar a un amigo, de disfrutar de una puesta de sol, o de dar gracias a Dios, porque aún siendo la vida efímera, tenemos la oportunidad de vivirla.
.-El karateca-filósofo